Las fronteras tienen algo de territorio mágico, confuso, inconveniente… por eso me fascinan. Las fronteras pueden ser absolutamente invisibles y no siempre son una raya en un mapa, a veces la raya se ensancha y acoge comunidades enteras de ambos lados o más. Á sí nacen fronteras extendidas, lugares eclécticos y ardientes donde se mezclan pasiones, cohabitan tradiciones, respeto y odio.
¿Dónde está la frontera entre Oriente y Occidente? No tengo ni idea pero Estambul es un buen lugar para recalar. Y allí me he ido con la última novela de Markaris. Magnífico regalo para los que apenas salimos de casa y viajamos poquito. Magnífico regalo para todos y todas los habitantes del mundo.
Una historia entrañable, costumbrista y pictórica, con medidos toques de surrealismo e hiperrealismo a partes iguales. Contada con una prosa delicada y tersa. Brillante. Preciosa. Hacia la mitad el lector olvida por completo que supuestamente estaba leyendo una novela policiaca. Las obras maestras no tienen género, ni fronteras.
La grieta del silencio, de Javier Castillo
Hace 3 horas